Un policía, desterrado por los suyos, deberá pasar los últimos años de su carrera en la isla de Lanzarote. Lo que no puede imaginar es que la investigación de un atropello va a desenmascarar una trama de crimen y poder en varias ciudades europeas. En su nueva novela, Víctor del Árbol se pregunta qué sucede cuando una sola pieza desata una reacción en cadena. ¿Y cuándo la presa escapa del cazador para emprender su propia cacería? Bienvenidos a El tiempo de las fieras.

Aunque podría denominarse como la segunda parte de Nadie en esta tierra, lo cierto es que no se trata de una continuación al uso.

Cuando escribí Nadie en esta tierra, una serie de personajes me interesaron muchísimo. Pensé que les debía un desarrollo, pero en otro universo. El gran desafío que me planteaba, técnicamente, era cómo hacerlo para que quien no haya leído Nadie en esta tierra no se sienta perdido y, al mismo tiempo, no dar demasiado contexto de la novela anterior para que sus lectores no pensasen que ya conocían todo lo que les contaba.

El resultado es una novela completamente independiente, pero con los elementos necesarios para que puedas imaginar que estos personajes proceden de alguna parte.

En El tiempo de las fieras radiografía la globalización del mal. El horror también se ha universalizado.

Utilizo un concepto que se llama El crimen de la lógica. No es mío, lo usaba Albert Camus en los años cuarenta. Para nosotros es más fácil aceptar los crímenes pasionales que los crímenes de la lógica.

El crimen pasional es individual y el motor de muchas novelas negras. Y luego está la lógica criminal. En el momento en que asumimos que las leyes del mercado son más importantes que la vida de las personas, estamos siendo colaboradores necesarios de un sistema criminal. ¿En qué se basa? ¿Cuál es su lógica? La desigualdad, no como principio si no como resultado. Los principios que rigen las leyes del mercado son el máximo beneficio al mínimo coste. Y nosotros los hemos asumido como propios. No aspiramos a derrocar a los dioses, aspiramos a ser dioses. Y eso condiciona nuestra ética y nuestra moral.

Yo interpreto que es malo todo aquello que perjudica al conjunto de la humanidad y es bueno todo aquello que la beneficia. En el punto y hora que hablamos de daños colaterales o somos capaces de justificar guerras o aceptar discursos racistas, por un supuesto bien mayor, ese es el mal que nosotros asumimos como bien. O como romantizando o normalizado la violencia, la banalizamos.

A pesar de las numerosas ventas, para algunos la literatura negra pertenece a un género menor.

Existe una idea preconcebida que supone que la literatura popular no puede ser de alta calidad. Durante muchos años he defendido una narrativa sin etiquetas, pero es una guerra perdida porque la mercadotecnia exige que todo se catalogue.

Un escritor es un artesano que utiliza todas las herramientas que tiene a su alcance sin ser muy consciente de estar trabajando un estilo determinado. Una historia se compone de muchos elementos. Se trata de un universo complejo y delicado donde lo importante es el equilibrio. Una novela negra, histórica o romántica tiene que ser equilibrada. En cualquier tipo de narración debe existir un equilibrio entre el contenido y el continente. Es decir, entre el ritmo y la profundidad.

A El tiempo de las fieras ritmo no le falta. Los capítulos son cortos y abundan los escenarios por donde transitan los diferentes personajes.

La literatura no es cerrada. La literatura se tiene que abrir al lenguaje de su tiempo. Ya no podemos escribir como en el siglo XIX por mucho que me guste Dostoyevski. ¿Por qué no utilizar otros elementos narrativos procedentes del cine o la televisión? Soy partidario de todo lo meta literario, de incorporar en un libro muchos libros, mucha música, mucho arte… ¿Por qué no echar mano de esos recursos?

Otra cosa sería ser un poco snob y decir la literatura es pura. No, la literatura no es pura. La literatura es vida. La vida fluctúa y se ve influenciada por diferentes corrientes y nosotros somos escritores de nuestro tiempo.

César Pérez Gellida lo define como un escritor que ama y domina el oficio. ¿Hemos olvidado que escribir es un oficio que implica tiempo vital y de desarrollo?

Es un oficio en el sentido artesanal. No hay dos iguales, no hay un molde ni una fórmula. Una Inteligencia Artificial podrá escribir novelas, pero nunca suplirá la creatividad de un escritor.

Y luego está el oficio en el sentido de entrega. Siempre hay una intencionalidad más allá de juntar palabras o contar historias que te parezcan más o menos sorprendentes. Para mí, oficio es algo pequeño y maravilloso: esa voluntad del buen novelista de convertirse en gran escritor.

¿No es lo mismo un buen novelista que un gran escritor?

Un buen novelista puede convertirse en un gran escritor. El buen novelista es aquel que cuenta historias de manera eficaz, que paran tu mundo para hacerte entrar en otra dimensión. Pero el gran escritor tiene la voluntad de trascender, ir más allá de la realidad para hablar de la macro realidad. La voluntad del gran escritor es la de superar su tiempo para sentar un modelo. Superar lo anecdótico para ofrecer instantáneas de su época.

El tiempo de las fieras ha sido publicado por Ediciones Destino.

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